El hígado graso es una enfermedad cada vez más frecuente que afecta al 20-30% de la población mundial y que puede dar lugar a complicaciones hepáticas (cirrosis, cáncer de hígado) y extrahepáticas. La frecuencia de esta enfermedad va aumentando anualmente y se calcula que para el año 2040 alrededor del 55% de la población mundial podría padecerla. La inactividad física y la mala calidad del sueño son situaciones cada vez más extendidas en el estilo de vida actual y podría ser que afectaran al desarrollo del hígado graso.
En la revista Nutrition & Diabetes se ha publicado un estudio en el que se incluyeron 10.089 individuos, 3.854 de ellos con hígado graso, para determinar la posible influencia que tienen en esta enfermedad la actividad física y el sueño.
La calidad del sueño se estableció en tres grupos: malo (menos de 7 horas al día), normal (entre 7-8 horas diarias) y prolongado (más de 8 horas al día) y se relacionaron con la presencia de hígado graso. Se encontró que, a menor calidad de sueño, mayor era la prevalencia de la enfermedad. Incluso se observó que con una reducción moderada de las horas de sueño, la probabilidad de tener hígado graso aumentaba en un 20%.
Importancia de practicar deporte
En relación a la actividad física se comprobó que la prevalencia de hígado graso disminuía según aumentaba la cantidad de actividad física realizada. Es más, en las personas que realizaban menos de 3 horas semanales de ejercicio físico la probabilidad de que tuvieran hígado graso se incrementaba un 40%.
Por último, como era de esperar, al estudiar la influencia conjunta de la actividad física y la calidad del sueño en el desarrollo de hígado graso se encontró que las personas con una actividad física moderada-alta y una buena calidad de sueño (7-8 horas/día) tenían menor probabilidad de tener hígado graso.
En resumen, en opinión del Dr. Carreño, para el tratamiento del hígado graso es muy importante que se tengan en cuenta no solo los factores metabólicos (aumento de colesterol, triglicéridos, glucosa), sino también la actividad física y la calidad del sueño del paciente para corregir, en caso necesario, sus hábitos de vida.